“Mi principal reto es llegar a tocar bien el piano, ser capaz de conmover, de desarrollar un sonido personal y al mismo tiempo, adecuado a cada estilo y disfrutar compartiendo las obras que más me gustan, como la música española, quizás componiendo alguna travesura por ahí pianística y que el público le guste. Lo otro va surgiendo, a mí me interesa la parte de la divulgación musical”, sostiene el pianista español Raúl Canosa, quien hoy, a las 20, en el teatro San Martín brindará el recital “Serenatas, danzas y tangos españoles”, con entrada libre y gratuita. Hace una semana, el intérprete de 26 años, en compañía de la Sinfónica de la UNT, bajo la batuta de Roberto Buffo, entregó una versión de alto vuelo del Concierto en Mi menor, de Chopin.
En esta oportunidad, interpretará la Serenata andaluza, de Manuel de Falla; Serenata española, de Joaquín Malats; Habanera, de Ernesto Halfter; Habanera, de Xavier Montsalvatge; Habanera-Tango, de González-Vallés; Tango, de Isaac Albéniz; Tango del Bandorleón, de González-Vallés; Danzas Andaluzas, de Carlos Danés; Jota Robada: Fantasía brillante sobre temas aragoneses, de su autoría, y Jota de Concierto ¡Viva Navarra!, de Joaquín Larregla.
- ¿Cómo llegas al piano o cómo el piano llega a vos?
- Llega relativamente tarde, comparado con otros pianistas. Yo tomé unas clases de música cuando era pequeño, pero como era un chico muy inquieto, pues no prestaba mucha atención y eran clases de solfeo, no de piano, entonces la profesora le dijo a mi madre: “Mejor, póngalo en clases de esgrima, que seguro que se lo pasará mejor”. Mi madre, muy contenta, dijo; “pues será deportista o abogado o arquitecto”. Y fue hasta algún año después que fui a jugar a los videojuegos a casa de un amigo y su madre era pianista. Me puso a tocar el piano, tocamos una pieza muy sencilla, pero ella tocaba una parte más compleja. Empecé a estudiar con ella y entré en el conservatorio a los 11 años, donde me gradué antes. Empecé el máster a los 20 en la Colburn School de Los Ángeles. La gente me ha animado a seguir. Pero sobre todo hay algo dentro de mí que me lleva a tocar, a practicar, a querer preparar y compartir este tipo de música.
- ¿Qué encontrás en el piano, en qué te expresa el instrumento?
- En la inmensidad de posibilidades, en la búsqueda y el trabajo infinito que se puede llevar a cabo en él, porque es una profesión en la que uno tiene todo el tiempo que quiera, hasta cierto punto, para prepararse y buscar cómo realmente expresar. Esa posibilidad de realmente diseccionar y encontrar esa unión con el instrumento, en los aspectos técnicos musicales en el fraseo. Pues es algo que me apasiona mucho trabajar ir descubriendo, madurando. Me ilusiona poder seguir progresando y aprendiendo y nuevos maestros que me dan nuevos consejos o cosas que descubro, después de horas de estudio, pues esa perspectiva de progresar, de poder aprender la infinidad de repertorio que hay, que es de una inmensidad inabarcable, de una belleza incalculable. Pues vamos, no tendría suficiente en esta vida para hacer todo lo que me gustaría solo en el piano.
- Hay una tendencia marcada en las últimas generaciones de pianistas a ver quién toca más rápido, ¿cuánto tiene que ver eso con la música?
- Digamos que es un intento de encontrar algún parámetro objetivo en un arte tan subjetivo. Y es algo con lo que se intenta impresionar, que no es el objetivo del arte, pero que en cierta manera es una parte del instrumento, es decir un dominio técnico claro y bello, no necesariamente rápido, también impresiona, pero esa nunca será la esencia de la música. Yo creo que en eso han influido mucho los concursos internacionales en los que el objetivo es tocar muy limpio y más de prisa.
- Siempre va a haber alguien que toque más rápido que vos, como en una olimpíada.
- La cosa es que no es una olimpíada, en absoluto, porque los pianistas que más tocan en el mundo, no son necesariamente los más rápidos, sino los que son más capaces de comunicar. Bueno, hay obras que son rápidas y que están escritas para también deslumbrar, pero siempre dentro de un mensaje o de una atmósfera que son capaces de crear, como los estudios de Chopin.
- ¿Se trata de ser el mejor, mejor que el otro?
- No creo porque el arte es muy subjetivo, quizás ser alguien que sea más comunicativo, más profundo, que transmita la esencia de la música mejor. Quizás también el mundo pianístico, hay una parte de competencia, no de competitividad, porque no todas las orquestas tienen espacio para que todos los pianistas de la ciudad toquen un concierto solista cada semana. Intentar ser mejores es por sí muy absurdo, hay que intentar hacer lo mejor que uno puede.
- Tres pianistas que te gusten y por qué.
- Dos muy opuestos, Cortot y Michelangeli, también Krystian Zimerman que influyó mucho en mi juventud. Cortot tiene una fantasía sin límites y era un pianista que quizás no era el que estudiaba más o era el más preciso técnicamente, pero tenía esa capacidad de conmover, esa frescura, ese magnetismo. Luego Miguelangeli es un mito de artesanía, de la belleza, de la artesanía del piano, de casi vivir como un monje musical, como un orfebre que talla a lo mejor muy pocas esculturas en su vida, pero de manera impecable. Zimerman, también tenía esa capacidad de emocionarme, proveniente de su alma, pero también de una artesanía tan bella, de un sonido tan exquisito, de una atención a los detalles, pero también te deja con una sensación casi de sublime.
- Un compositor con el que mejor te sientas expresado.
- De pequeño, siempre me he sentido muy identificado o cómodo tocando la música de Chopin, que tiene como ese respiro o esa calma. No todos los compositores necesitan un sonido siempre hermoso, pero Chopin es siempre cuidado, siempre bello, siempre poético, incluso en sus momentos más dramáticos.